Un encuentro con Dios a través de Joel-Jonás (2015)
- Issac Corral M.
- 31 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 4 nov 2023
Capítulo 1
(1-19) Lo único que sabemos del profeta Joel es lo que aparece en este pequeño libro. Honestamente, no me acuerdo haber escuchado un solo sermón que se centrara solamente en Joel. Tal vez no es tan popular como otros profetas, no conocemos mucho de su familia, sin embargo, el primer versículo de este capítulo presenta algo que realmente es relevante. "Palabra de Jehová que vino a Joel, hijo de Petuel" (ver. 1). No necesitamos saber más. El hecho de saber que Dios lo escogió y le habló, para mí es suficiente. Dios escoge a personas que pudieran pasar inadvertidas ante nuestros ojos porque no tienen mucha historia o antecedentes familiares para marcar una diferencia en un pueblo. Nunca menospreciemos el mensaje de alguien. Si fue llamado por Dios, estemos dispuestos para escuchar su mensaje.
La tierra fue devastada por langostas. El profeta describe todo lo que el pueblo sufrió pero, sobre todo, lo que tiene que hacer. Cabe mencionar que hay dos interpretaciones de este relato: el literal y el figurado. No importa cuál posición tomemos, la devastación había llegado al pueblo. ¿Qué haces cuando te sientes destrozado, desolado o en la ruina? El profeta nos dice: "Despertad, llorad, gemid, (ver. 5), confundíos (ver. 11); ceñíos y lamentad, venid, dormid en silicio, (ver. 13). Me llama la atención el orden de los verbos. El primero es "despertad". No podemos seguir lamentándonos por nuestra condición. Abramos los ojos y aunque seguramente nos darán ganas de llorar, no sabremos qué hacer, nos lamentaremos, etc. hay algo que no debemos dejar de hacer y es: "Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová" (ver. 14). Sí, cuando sintamos que nuestra vida se derrumba, clamemos a Jehová. "A ti, oh Jehová, clamaré; porque fuego consumió los pastos del desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo" (ver. 19). Leí, en cierta ocasión, una frase de Elena G. de White que dice: "El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos". Clamemos a Dios y Él nos escuchará.

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